Por: Elvis Aguila Lavilla
Por qué ceñirme a un día, si siempre estás presente.
Hoy, mañana, siempre, tu oportuno consejo me llega.
Aunque no pueda desprenderme del respeto perpetuo
ante el reclamo necesario de mis travesuras.
Anda, no te quedes quieto,
siempre es necesario el ceño fruncido,
la sonrisa amable, y el beso agradecido,
aunque hayas decidido dedicarte al descanso del cansancio eterno.
Mi viejo, mi querido viejo.
Donde estés verás que te he cumplido.
Ahora, el amor de siempre.
No son necesarias las flores para recordarte.
Sólo teniéndote presente, estarás todos los días.
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